Sigo con las decisiones, en el mismo sentido de las de la entrada anterior. Ahora le toca el turno a Ravenmaster, una obra oscura e inquietante, muy distinta de La trayectoria del halcón.
Aconsejo su lectura a aquellos a los que les gusten las emociones intensas y tengan el estómago a prueba de balas. Al resto... bueno, al resto, prudencia.
Ravenmaster está disponible para su descarga en amazon. ¡Ah! Y para celebrar su lanzamiento, la versión electrónica estará gratuita desde el martes 30 de julio hasta el sábado 3 de agosto, ambos incluidos. ¿Os atrevéis con ella?
lunes, 29 de julio de 2019
miércoles, 3 de julio de 2019
Tiempo de tomar decisiones
Pues sí. Creo que es el momento.
¿Por qué ahora? Bueno, supongo que confluyen numerosos factores. El primero de ellos es, sin duda, de índole práctica. El disco duro de mi ordenador ha ido acumulando bastante material en todo este tiempo en que me voy dedicando, algo irregularmente, eso también es verdad, a colarme en el ámbito literario. Con algunos de mis trabajos he llegado al top y se han ganado la publicación en sellos editoriales, digamos, variopintos.
Pero hay otros trabajos que se quedaron a medio camino. Ganaron algún certamen, o quedaron finalistas, me granjearon cierta mención, o cierta remuneración, pero no consiguieron repercutir en el público. Esas historias quedaron inéditas y, hoy por hoy, es casi imposible que una editorial "seria" considere que tiene interés para ser publicados.
Y, sin embargo, me dolería que se quedaran para siempre convertidos en bits que nadie leerá. Es triste que las historias se olviden.
Por eso, hará cosa de un año, probé eso de la autoedición para dar salida a mis proyectos más experimentales, menos ambiciosos y más libres. Y, oye, la cosa fue bien. Exploré el camino con Mayne Manor y, satisfecho, repetí al poco con la colección Esa mirada y otros cuentos de amor y muerte.
¿He dicho satisfecho? Pues creo que me he quedado corto. Historias que ya pensaba que jamás llegarían al gran público han sido leídas, comentadas, criticadas y valoradas, dotándoles de una vida que llegué a pensar imposible. Ya veis. Internet tiene esas cosas.
De modo que pienso continuar. Y lo voy a hacer desde ya. En breve iré depositando en amazon las narraciones en las que he dejado un poquito de mí. Y, para seguir con la racha, aquí tenéis una historia a la que le tengo mucho cariño. Se llama La trayectoria del halcón. Espero que os guste. La tenéis tanto en formato digital como en papel. ¡Ah! Y para celebrar su lanzamiento, desde el 4 de julio hasta el 8, estará gratis para descargar en kindle.
¿Me echáis una manita, la descargáis y me decís qué os parece? Yo os estaré enormemente agradecido.
¿Por qué ahora? Bueno, supongo que confluyen numerosos factores. El primero de ellos es, sin duda, de índole práctica. El disco duro de mi ordenador ha ido acumulando bastante material en todo este tiempo en que me voy dedicando, algo irregularmente, eso también es verdad, a colarme en el ámbito literario. Con algunos de mis trabajos he llegado al top y se han ganado la publicación en sellos editoriales, digamos, variopintos.
Pero hay otros trabajos que se quedaron a medio camino. Ganaron algún certamen, o quedaron finalistas, me granjearon cierta mención, o cierta remuneración, pero no consiguieron repercutir en el público. Esas historias quedaron inéditas y, hoy por hoy, es casi imposible que una editorial "seria" considere que tiene interés para ser publicados.
Y, sin embargo, me dolería que se quedaran para siempre convertidos en bits que nadie leerá. Es triste que las historias se olviden.
Por eso, hará cosa de un año, probé eso de la autoedición para dar salida a mis proyectos más experimentales, menos ambiciosos y más libres. Y, oye, la cosa fue bien. Exploré el camino con Mayne Manor y, satisfecho, repetí al poco con la colección Esa mirada y otros cuentos de amor y muerte.

De modo que pienso continuar. Y lo voy a hacer desde ya. En breve iré depositando en amazon las narraciones en las que he dejado un poquito de mí. Y, para seguir con la racha, aquí tenéis una historia a la que le tengo mucho cariño. Se llama La trayectoria del halcón. Espero que os guste. La tenéis tanto en formato digital como en papel. ¡Ah! Y para celebrar su lanzamiento, desde el 4 de julio hasta el 8, estará gratis para descargar en kindle.
¿Me echáis una manita, la descargáis y me decís qué os parece? Yo os estaré enormemente agradecido.
viernes, 22 de marzo de 2019
Ya te digo
Durante algún tiempo, y gracias a la fundación CEDAT de la UPV, tuve la oportunidad de acompañar a estudiantes que lo tienen un poco más complicado que el resto para asistir y seguir sus clases en la universidad. Fueron momentos que guardo con mucho cariño porque, a pesar de que supuestamente yo iba a ayudar, la experiencia terminó por enseñarme (y ayudarme) mucho más de lo que yo pensaba en inicio.
Ahí fue cuando conocí a Juan Carlos.
A poco que lo conocías te dabas cuenta de que era alguien especial; siempre contento, siempre positivo, siempre imponiéndose a las dificultades; un ser de luz, en toda su extensión. Por aquel entonces, Juan Carlos luchaba con denuedo por sacar adelante ingeniería informática. Y lo hacía bien, el tío. "Eres un crack", le decía a veces. "Ya te digo", respondía él, en un latiguillo que había hecho suyo de tanto usarlo.
De las incontables anécdotas que quedaron de aquella época, precisamente la que más me viene a la cabeza es una en la que no quedo demasiado bien parado. Pero, qué demonios. Es la que hay.
Juan Carlos no podía hacer los exámenes por sí solo; necesitaba alguien a su lado que transcribiera lo que él iba dictando. Así que me presenté voluntario para acompañarlo y poner por escrito sus respuestas.
A un examen de electrónica digital. Toma ya.
La ironía era que yo, por aquel entonces, era profesor de electrónica digital.
Así que allí me planté, bolígrafo en mano; fiel escriba de mi amigo.
El problema vino a mitad del primer ejercicio, cuando Juan Carlos cometió el primer error en sus cálculos. Y yo me di cuenta. "¿Estás seguro?", pregunté, con el fin de que reparara en la confusión. "Seguro", me dijo, sin perder la sonrisa. Y yo, que en mi interior seguía empeñado en "ayudar", en lugar de escribir su error, garabateé sobre el papel mi solución correcta.
Y sólo entonces me di cuenta de que me había equivocado.
Puede que Juan Carlos se hubiera equivocado en el ejercicio; pero mi error había sido mucho mayor y más profundo. Lo vi en la forma en que me miró, sonriendo, pero sin rendirse, y me pidió que tachara lo que yo había escrito.
Ya no intenté corregirlo más, por supuesto. Él mismo lo expresó en palabras de un modo insuperable al salir del examen. "Ximo, yo no sé si llegaré a trabajar de informático algún día. Pero quiero saber que, si me saco esta carrera, lo habré hecho yo". Luego soltó alguna gracia, contó algún chiste, y nos fuimos de allí bromeando, como si nada. Luego llegué a casa y lloré un poco, que es el efecto que tiene el saber que has asistido a una de las mejores lecciones de vida, con un profesor inmejorable.
Con el tiempo y las obligaciones perdí el contacto con Juan Carlos. Nos seguíamos siguiendo en faceboook, y nos abrazábamos cuando coincidíamos, de casualidad, en el arena o similar. La última vez, hace un par de semanas.
Y ahora Juan Carlos ya no está.
Aunque, en cierto modo, siempre estará. Es inevitable. La impresión que deja en todos los que lo conocieron es difícil de borrar. Hace unos años me inspiré en él para crear a Rumrum, el personaje de las novelas de Bredford Bannings. Y para que nadie tuviera dudas, lo dejé bien escrito, en la dedicatoria de A la recerca de l'aunitina.
Así que buen viaje, amigo. Nos dejas un poco más solos, y un poco más tristes. Gracias por todo lo que nos has enseñado. Eres un crack.
Ya te digo.
Ahí fue cuando conocí a Juan Carlos.
A poco que lo conocías te dabas cuenta de que era alguien especial; siempre contento, siempre positivo, siempre imponiéndose a las dificultades; un ser de luz, en toda su extensión. Por aquel entonces, Juan Carlos luchaba con denuedo por sacar adelante ingeniería informática. Y lo hacía bien, el tío. "Eres un crack", le decía a veces. "Ya te digo", respondía él, en un latiguillo que había hecho suyo de tanto usarlo.
De las incontables anécdotas que quedaron de aquella época, precisamente la que más me viene a la cabeza es una en la que no quedo demasiado bien parado. Pero, qué demonios. Es la que hay.
Juan Carlos no podía hacer los exámenes por sí solo; necesitaba alguien a su lado que transcribiera lo que él iba dictando. Así que me presenté voluntario para acompañarlo y poner por escrito sus respuestas.
A un examen de electrónica digital. Toma ya.

Así que allí me planté, bolígrafo en mano; fiel escriba de mi amigo.
El problema vino a mitad del primer ejercicio, cuando Juan Carlos cometió el primer error en sus cálculos. Y yo me di cuenta. "¿Estás seguro?", pregunté, con el fin de que reparara en la confusión. "Seguro", me dijo, sin perder la sonrisa. Y yo, que en mi interior seguía empeñado en "ayudar", en lugar de escribir su error, garabateé sobre el papel mi solución correcta.
Y sólo entonces me di cuenta de que me había equivocado.
Puede que Juan Carlos se hubiera equivocado en el ejercicio; pero mi error había sido mucho mayor y más profundo. Lo vi en la forma en que me miró, sonriendo, pero sin rendirse, y me pidió que tachara lo que yo había escrito.
Ya no intenté corregirlo más, por supuesto. Él mismo lo expresó en palabras de un modo insuperable al salir del examen. "Ximo, yo no sé si llegaré a trabajar de informático algún día. Pero quiero saber que, si me saco esta carrera, lo habré hecho yo". Luego soltó alguna gracia, contó algún chiste, y nos fuimos de allí bromeando, como si nada. Luego llegué a casa y lloré un poco, que es el efecto que tiene el saber que has asistido a una de las mejores lecciones de vida, con un profesor inmejorable.

Y ahora Juan Carlos ya no está.
Aunque, en cierto modo, siempre estará. Es inevitable. La impresión que deja en todos los que lo conocieron es difícil de borrar. Hace unos años me inspiré en él para crear a Rumrum, el personaje de las novelas de Bredford Bannings. Y para que nadie tuviera dudas, lo dejé bien escrito, en la dedicatoria de A la recerca de l'aunitina.
Así que buen viaje, amigo. Nos dejas un poco más solos, y un poco más tristes. Gracias por todo lo que nos has enseñado. Eres un crack.
Ya te digo.
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