Durante los últimos meses, he sufrido en carne propia el acoso y la difamación al que los medios están sometiendo a mi sector laboral. Que, por si alguien todavía no lo sabe, es el de la educación universitaria. Quizá a estas alturas no debería de sorprenderme que fuera así, porque es algo que ya he vivido y contra lo que he escrito en varias ocasiones. Pero no puedo evitarlo; me indigna. Me duele en el alma que se nos ataque con calumnias y se tergiversen datos para ir caldeando la opinión pública con vistas a que, a la vuelta de la esquina, cuando el nuevo decreto de turno nos incremente la docencia (en algunos casos al 150%) o nos pegue otra mordida de sueldo, quienes han escuchado las consignas oficiales no tengan otra reacción más que la de: "ya iba siendo hora, hombre, con lo que cobran y tocándose los huevos todo el día".
Pues desde aquí, que es parte de lo poco que puedo hacer, me planto. Ya tienen la suerte los políticos españoles de tener a los profesionales que tienen en educación, ya. Y a todos los niveles. España tiene un sistema educativo público excelente, sobresaliente, excepcional. Un colectivo del que sentirse orgulloso, narices. ¿Quieren recortarnos 10.000 millones porque se lo han gastado USTEDES jugando a construir obras faraónicas o porque prefieren dárselo a sus amigos de los bancos, para que les aseguren un placentero futuro cuando abandonen la política? Allá ustedes. En tiempos de crisis hemos arrimado el hombro como el que más, y hemos seguido cumpliendo con nuestra obligación, que para muchos también es vocación. Pero hágannos a todos un favor y no vayan tocándonos las narices. Porque nuestro aguante también tiene un límite.
Mucho mejor de lo que yo puedo expresarlo en estas breves líneas, los compañeros de http://universidadfrentealacrisis.blogspot.com.es/ han publicado una declaración que merece la pena leer. Es algo extensa, pero creo que artículos como éste son necesarios para contrarrestar la avalancha de desinformación con la que se nos bombardea.
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